Filantropía e Investigación en Colombia

Una de las formas más antiguas de financiación de la investigación en el mundo es la filantropía. Estados Unidos es por naturaleza el país que más ha explorado este mecanismo para la promoción no solo de sus comunidades científicas sino de su tejido social en general. La figura de las fundaciones que apoyan todo tipo de causas es un asunto arraigado en la cultura norteamericana, lo cual, de alguna forma, explica el desarrollo de capacidades para formulación y escritura de proyectos de cooperación en la sociedad civil . En palabras más técnicas, las fundaciones han promovido la cultura del fundraising (movilizacion de fondos o recursos).

En un entorno como el norteamericano la filantropía también tiene un significado de competencia. Las universidades, las instituciones educativas y en general todo tipo de organizaciones sociales compiten constantemente por obtener donaciones de grandes empresas que crean fundaciones para deducir impuestos, o de las fortunas acumuladas por particulares que deciden donar sus recursos para apoyar determinada causa. El asunto también ha llevado a una especie de «profesionalización» de la filantropía. Para hacerse a una idea basta echar una mirada a los consejos de la Foundation Center en materia de «calidad» de los proyectos filantrópicos.

En Colombia este tipo de cultura es mucho menos difundida. Especialmente en investigación son pocas las fundaciones que realizan este trabajo. La fundación más reconocida es la Alejandro Angel Escobar. Con más de 50 años de actividades, tiene por objeto estimular el papel de la investigación y la educación en la generación de transformaciones sociales, lo cual le ha premitido resaltar trabajos científicos que mejoran la calidad de vida de la población colombiana.

Alejandro Angel Escobar fue, según Marco Palacios, un colombiano visionario, amante de las ciencias y con deseo de dejar un legado que fuera útil para su país. Su fortuna la logró con el negocio más importante de Colombia: el café. Como Ministro de Agricultura en la década de los cincuenta estuvo a cargo de la interlocución con la Fundación Rockefeller para fortalecer la investigación en temas agropecuarios en Colombia.

Del café a la ciencia, de la ciencia a la filantropía, de la filantropía al desarrollo social. Una mezcla que, más allá de los formatos tradicionales de la ciencia, también cumple con el objetivo de estimular el desarrollo científico y diversificar la institucionalidad de un sistema que siempre ha adolecido de fuentes de financiación.

Nota: La Fundación acaba de abrir su convocatoria para premios a investigadores colombianos que trabajan en las áreas de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, Ciencias Sociales y Humanas, Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible. Están invitados a participar personas naturales de nacionalidad colombiana, residentes o no en el país, quienes presenten trabajos de investigación originales y de alta calidad científica. El proceso de pre-inscripción está abierto hasta el 30 de marzo de 2012. Mayor información puede ser obtenida en: http://www.faae.org.co/html/ciencias.htm

Palestina en la UNESCO

Ayer Palestina fue aceptada como miembro pleno de la UNESCO e inmediatamente la portavoz de la Casa Blanca, Victoria Nunland, anunció que fue una decisión «prematura» y que Estados Unidos no pagaría a la organización su aporte programado para el mes de noviembre, el cual asciende a 60 millones de dólares. Según The Washington Post, EEUU aporta anualmente la suma de 80 millones de dólares, lo cual representa un 22% del presupuesto de la UNESCO.

No es la primera vez que EEUU reacciona así. Y es probable que no sea la última. En 1984, tras argumentar que la organización estaba politizada bajo la administración del senegalés Amadou M´Bow, el gobierno de Ronald Reagan se retiró de la UNESCO al considerar escandalosa su iniciativa de formar periodistas para impulsar un nuevo orden mundial de la información. La organización entró entonces en una crisis financiera que la obligó a reorganizar su programación. Específicamente en el área de la ciencia (la «S» de «science» en la sigla UNESCO) se venían financiando proyectos tradicionales de enseñanza de las ciencias naturales y había aparecido una nueva línea denominada science policy.

Con la aceptación de Palestina se puede apreciar perfectamente el frente político de las organizaciones internacionales. Voceros palestinos ya han anunciado que el siguiente paso será lograr el reconocimiento pleno de las Naciones Unidas. A EEUU le preocupa que el tema llegue a la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) y que ello pueda entorpecer el funcionamiento de las empresas norteamericanas. Esto nos recuerda que las organizaciones internacionales nunca han estado exentas de los roces políticos de sus miembros. En los 80 era la guerra fría. Ahora, la posición eternamente ambigua de Washington en el conflicto entre palestinos e israelíes. Un republicano (Reagan) se retiró de la organización, un republicano (Bush) se volvió a afiliar en el 2002. Y ahora un demócrata (Obama) amenaza nuevamente con dejarla. No obedece a lógica de partidos, sino de contextos, coyunturas e intereses de país.

Las organizaciones de cooperación multilateral, aquellas que otorgan grants para proyectos de cooperación e investigaciones, son también el producto de una negociación política. Y entre los teóricos del institucionalismo internacional está todavía en discusión si verdaderamente responden a los intereses específicos de los países que las conforman, o si por el contrario han ganado una autonomía que les permite definir su propia agenda.

Es interesante analizar cómo la UNESCO, después de tantos años, vuelve a dar muestra de que lejos de ser una organización «ascéptica», «objetiva» y aislada de todo conflicto, es una organización que actúa como plataforma política y de legitimación. Fue ahora el turno de una Palestina que  no veía resultado en las negociaciones mediadas por Washington.

El movimiento de intereses y la alineación diplomática de las fuerzas no es nada nuevo en las organizaciones internacionales. Simplemente las permite apreciar en su intimidad y lejos de toda su retórica. Eso es lo que hay.

Postdata: Con este post vuelvo a publicar después de ocho meses intensos dedicados a la escritura de mi tesis doctoral. Casualmente, ayer, cuando me enteré de la aceptación de Palestina, estaba cerrando un capítulo donde había analizado la actuación de la UNESCO en Colombia, durante los años setenta, en el área de la política científica. Una buena casualidad para regresar.

Francia y los Ingenieros de Colombia: Un Nuevo Convenio

Por medio del Boletín FRESCO (Francia en Su Correo) que envía la Embajada de Francia en Colombia, me acabo de enterar de la suscripción de un nuevo convenio entre los dos países para promover la formación de jóvenes ingenieros colombianos en Francia.

Por la parte francesa, el convenio fue suscrito por el Ministerio de Educación Superior e Investigación de la República de Francia y la Conferencia de Directores de las Escuelas Francesas de Ingenieros (CDEFI). Por la parte colombiana las instituciones son el Ministerio de Educación Nacional y el nuevo Departamento Administrativo de Ciencia, Tecnología e Innovación (Colciencias).

Desde los inicios de la República, el General Santander ya se había percatado de la calidad de la ingeniería francesa. Según lo recuerda Gabriel Poveda, en 1825 Santander envió al coronel Joaquín Acosta a hacer estudios técnicos en París. Al volver al país, el coronel Acosta se dedicó a colaborar con la fundación de pequeñas fábricas, a escribir el primer tratado de geología colombiana y a trazar un nuevo mapa perfeccionado de Colombia.

Uno de los últimos intentos de cooperación entre Colombia y Francia para promover los estudios en ingeniería lo constituyó el Programa Bompland que funcionó a partir de 2001 gracias a recursos de la cooperación francesa y Colciencias. El Programa Bompland buscaba promover estudios de doctorado en ingeniería en diferentes instituciones de Francia. Sin embargo su acogida en Colombia tuvo algunos inconvenientes. El número de aplicaciones recibidas no fue la esperada y cuando el fondo que financiaba el programa se agotó, las partes consideraron que las condiciones no eran las mejores para continuarlo.

El nuevo convenio suscrito renueva los intereses de ambos países en el área de la ingeniería. Algo que Alemania, a través del DAAD, ya había retomado en Colombia al concertar con el mismo Colciencias la creación del Programa Jóvenes Ingenieros en 2007. Alguna vez escuché decir a un colega que si uno quería hacer algo con Francia, debía decirle a los franceses que ya lo había iniciado con los alemanes. También me dicen que funciona a la inversa.

El caso es que el nuevo acuerdo se viene a sumar a varios esfuerzos que en el pasado lo intentaron y que tuvieron una vida no muy prolongada. Ojalá que esta vez las condiciones se den para lograr una sostenibilidad en la formación de los jóvenes ingenieros, porque una realidad sí es cierta: los convenios son una mera expresión de intereses si las instituciones que los suscriben no los proveen de recursos financieros.

Pdta: Es de esperar también que el convenio tenga mayor difusión. En el reporte de FRESCO se habla de que para beneficiarse del gran acuerdo,  las universidades colombianas deberán tener un convenio previo con instituciones de ingeniería en Francia. Así que no se trata solo de buscar los recursos financieros sino de desarrollar un convenio previo mediante acuerdos interinstitucionales más específicos.

Neiva y la Cuadratura del Círculo

Lo encontré en un libro de política científica del año 1978 en la biblioteca del Instituto Iberoamericano de Berlín. Pero estaba más visible de lo que yo imaginaba y mi ignorancia me permitía apreciar. La Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales lo tiene entre su galería de científicos ilustres. Se llama Rafael Nieto París, nació en Neiva en 1839 y fue uno de los ingenieros y matemáticos más distinguidos de su época.

Nieto París estudió en la Universidad de Boston después de haber adelantado estudios secundarios en el colegio de los jesuitas de Guatemala. Más dudas me surgen. Me llama la atención pensar cómo a finales del siglo XIX los científicos se movilizaban, considerando las dificultades de transporte de la época, especialmente en Colombia. Nieto París: de Neiva a Guatemala, de Guatemala a Boston, de Boston a Bogotá, extraño recorrido.

Esto de la movilidad de los científicos viene de mucho tiempo atrás. Un viejo conocido decía: „uno no es de donde nació sino de donde trabaja“. El eterno problema de la migración. Nieto París es un ejemplo de ello. El astrónomo que inventó un método para el cálculo de los eclipses de sol, el relojero curioso, el geómetra que estudió temas como la popularmente citada „cuadratura del círculo“, fue reseñado en el libro „Inventos y Patentes de Colombia 1930-2000“ como miembro del grupo de „ingenieros bogotanos“.

No sé si eso habría sido significativo para él, a lo mejor era una consecuencia lógica de que no existiera un „grupo de ingenieros opitas“ (opitas = nacidos en Neiva). Lo que sé es que esa es una situación más evidente en estos tiempos y no solo al interior de un país, sino a escala mundial. „Uno no es de donde nace sino de donde trabaja“, algo quizás tan complejo como la misma cuadratura del círculo.

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Nota: Después de haber finalizado este post, me encontré dos datos más sobre Nieto París: 1) fue profesor de Julio Garavito, sí, el astrónomo y matemático que aparece en los billetes de 20 mil pesos colombianos; 2) fue uno de los ingenieros que diseñó otro de los famosos puentes que aparecieron debajo de las calles bogotanas con motivo de las excavaciones de Transmilenio. Y una confesión adicional: soy de Neiva.

Grants, algo más que un Whisky

La palabra de por sí causa animadversión por ser un anglicismo. Lo más lógico es asociarla a la marca del whisky que me recordaron con lucidez algunos amigos a quienes he tratado de explicarles el tema. Pero el Diccionario Oxford la define en su categoría de sustantivo como «una suma de dinero dada por un gobierno o una organización para un propósito en particular». Y además remata con un ejemplo tajante: research grant. Si se pudiera traducir de alguna manera, sería algo así como un «apoyo financiero para hacer investigación».

Al parecer la palabra grant está indisolublemente ligada a la «investigación». En 2006 recuerdo haber leído un artículo en The Chronicle of Higher Education acerca de lo que debía empezar a hacer un joven profesor de una universidad americana que ya había logrado su tenure (aceptación definitiva como docente de planta después de una etapa de prueba). El artículo decía que ahora que el docente ya era «alguien» y tenia un «lugar» en la universidad, un «sitio digno donde tomar el café y leer el periódico», debía dedicarse a la competitiva tarea de movilizar grants para su departamento de investigación.

Y es que esta mezcla entre investigador y movilizador de recursos para investigación parece ser una de las características que aparecen con la nueva organización de la actividad científica, específicamente con lo que se ha denominado el modo 2 de hacer investigación.

El tema tiene tanto de largo como de ancho. No me voy a detener en los argumentos que muchas veces con razón esgrimen algunos investigadores de reconocida experiencia, al afirmar que el tiempo de la investigación no puede ser dedicado a labores administrativas de consecución de recursos. Pero lo cierto es que los equipos de investigación actuales se especializan en responder a la necesidad de presentar nuevos proyectos y movilizar recursos para investigación.

La proliferación, en universidades y centros de investigación, de oficinas dedicadas a monitorear grants y aplicar a ellos es cada vez mayor. De hecho, las mismas instituciones financiadoras han montado centros de consulta que proveen información adicional a los interesados, e incluso se han preocupado por diseñar algunos cursos de escritura de propuestas para ayudar a alinear las expectativas entre investigación y objetivos institucionales.

En una próxima columna escribiré sobre algunas tendencias de financiación de grants en Estados Unidos y Europa. Además plantearé algunas reflexiones sobre la relación entre agendas de investigación y fuentes de financiación. No cabe duda: los grants son un mundo amplio, dinámico, algo más complejo que apurarme el vaso  de whisky que me sugirieron mis amigos.

Sábato, el Docente que Sabía de Política

Posicionar una idea. En época de competencia electoral, donde los plazos para obtener votos son tan cortos, es un bien preciado. Pero cuando se convierte en obsesión y visión global de largo plazo, viene el problema.

Jorge Sábato fue uno de esos que le dió por pensar a fondo y futuro. En Colombia conocimos mucho más a Ernesto, el escritor, físico y autor de varias obras que mezclan ciencia con la literatura. Pero Jorge, el docente de física que se formó autodidactamente, el pensador político al que se le ocurrió que la capacidad científica nacional argentina podía dar respuestas tecnológicas adecuadas para la generación de energía nuclear en un país en vía de desarrollo, a ese lo conocemos menos.

Jorge Sábato se hizo famoso, entre otras cosas, por haber utilizado la figura del triángulo para explicar las relaciones dinámicas ideales entre gobierno, estructura productiva e infraestructura científico-tecnológica. La expresión „triángulo de Sábato“ se convirtió en un símbolo de la cruzada por la política científica en América Latina durante la década de los setenta. Y como buen símbolo, todo el mundo se lo apropió para afirmar que la política científica y tecnológica era la base del desarrollo social y económico.

El triángulo de Sábato es un patrimonio de la política científica latinoamericana. Incluso ha sido citado sin mucho contexto histórico. Dado que su naturaleza geométrica le da un «aire» de cientificidad a quien lo utilice, algunos han intentado  hasta añadirle un vértice más. En este último caso, ¿dónde quedaría el triángulo?

Para sorpresa de todos, Sábato, el físico-político, le confesó a su amigo Héctor Ciapuscio que él no asumía como invención propia el famoso „triángulo“. Le dijo que el concepto había sido presentado en un paper en 1967 por H.W Julius, director de la Central Organization for Applied Scientific Research de Holanda. Además, recuerda Ciapuscio que Sábato consideraba el triángulo como un „artificio didáctico“, un dispositivo que podría traer el peligro de reducir la realidad a la limpia elegancia de un esquema geométrico. Por eso consideraba poco conducente los „denodados“ esfuerzos con que varios autores intentaban superarlo con nuevas figuras geométricas.

Después de profundizar sobre la vida de este hombre, me parece más interesante recordarlo como aquel que apoyó que los estudios de factibilidad de la central nuclear para proveer de energía eléctrica al Gran Buenos Aires fueran elaborados por la propia Comisión de Energía Atómica argentina, antes que por una empresa internacional.

Aunque los tiempos eran otros, aunque la ciencia era parte de un proyecto evidente de construcción de autonomía y nación, la trayectoria de Sábato es inspiradora y sacude la reflexión de la ciencia en un período de globalización. ¿Cómo sería eso de posicionar ideas propias, a la medida de nuestras propias necesidades, en las agendas de organismos internacionales que financian cooperación?. Seguro que Sábato tendría algo que decir al respecto.

Cooperación Científica y Contexto

Uno de los aspectos en que más insisto a los científicos e investigadores cuando me piden „tips“ para acceder a recursos de cooperación internacional es la definición y el conocimiento de su propio contexto de política científica. Pareciera obvio, pero nunca se debe saber tanto de historia y contexto como cuando se desea establecer relaciones de cooperación internacional.

No creo que acceder a fondos internacionales sea una simple cuestión de metodologías. Cada fuente de cooperación tiene las suyas propias y día a día son más explícitas sobre los pasos a seguir para presentar una propuesta. Pero, ¿qué sucede con el contenido de la propuesta?. Mucho de ese contenido está mediado por la autenticidad del contexto del que provienen.

No quiero aventurarme en una clase de consejo vano y trivial sobre la originalidad de las propuestas. No se trata de forzar situaciones para parecer original. Se trata de ser auténtico. Aspecto que solo se logra en la medida en que se sea capaz de hilvanar finas ideas entre el contexto y la realidad científica del proyecto que se desea presentar.

Por ejemplo, el último documento CONPES de Ciencia y Tecnología en Colombia (CONPES 3582), habla de la creación del Programa Nacional de Tecnología, Defensa y Seguridad. Si bien, este puede convertirse en un tema sensible y debatible, lo cierto es que su creación abriría un punto claro de contacto de cooperación con los programas de defensa y seguridad de otros países.

En cuanto a áreas estratégicas, el CONPES 3582 menciona el área de “Logística y Diseño” como un área susceptible de ser actualizada o el área de “cosméticos y artículos de aseo” como una de las cuales debe ser acompañada por el esfuerzo científico, en lo referente a la política nacional de competitividad.

Finalmente, sobre el Documento Colombia Siembra y Construye Futuro, publicado por Colciencias como la política nacional de fomento a la investigación y la innovación, me gustaría destacar la mención que hace al vínculo entre investigación y Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM). Este es un tema que resulta bastante atractivo de explotar a los ojos de las agencias internacionales de cooperación al desarrollo. Sin embargo, sobre el que muy poco se ha reflexionado a profundidad desde la investigación.

El entorno debe ser el punto de partida de una buena propuesta de cooperación internacional. No reemplaza la calidad científica, que por defecto es condición sine qua non de la cooperación entre investigadores. Sin embargo, conocerlo definitivamente aumenta las posibilidades de autenticidad.

El Puente de las Aguas en Bogotá

Hace unos años me sorprendí con la noticia de que durante las excavaciones realizadas para la construcción del Eje Ambiental en la Avenida Jiménez en Bogotá, habían encontrado un puente construido a inicios del siglo XIX.

No es usual encontrar noticias así. La arqueología en nuestro país es una profesión sin mucha fuerza en los medios masivos. Lo complicado de su ejercicio en Colombia ya lo había leido en Carl Langebaek y lo había experimentado directamente al visitar el Parque de San Agustín (Huila), donde los guías me habían hablado de lo inexplorado del sitio. Incluso, habían mencionado la existencia de otro parque similar y sin descubrir aún en el interior de la cordillera.

El Puente de Las Aguas, como inicialmente se le conoció, hoy le da nombre a una de las estaciones de Transmilenio en Bogotá. Al convertirse en hito urbano del recorrido citadino, este puente merecería tener mayor visibilidad. Pero no es así. Casi nadie sabe dónde queda con certeza ya que la solución de diseño urbano que se le dió, lleva a confundirlo más con un transformador de energía que con una joya arquitectónica. La malla verde que lo rodea y la ambiciosa vegetación que se lo traga, así lo testimonian.

Cuando pienso en llevar a un académico o a un investigador extranjero por un recorrido significativo y auténtico de Bogotá, el primer lugar que se me viene a la mente es el Puente de las Aguas. No tiene la visibilidad de Monserrate pero queda a sus pies. Pero luego caigo en cuenta de que el puente es como un gigante inocente atrapado por la retícula urbana.

En su apasionante relato sobre las expediciones marítimas de las Flotas Chinas en 1421, Gavin Menzies menciona cómo un fondeadero de agua dulce en Australia, donde probablemente atracaron las Flotas del almirante Zhou Man para cartografiar la región, está hoy cubierto por pavimiento. Menzies también reseña que ahora existe allí un hotel frecuentado por excursionistas bebedores de cerveza e ignorantes de la historia que los rodea.

Aunque al Puente de las Aguas no le edificaron ninguna construcción encima, la inmerecida malla con que lo rodearon, en lugar de resaltarlo, lo borra como hecho fundacional de la ciudad y como elemento articulador de la comunicación intercultural.

No sé si los bebedores de cerveza que lo habitan, especialmente los fines de semana, saben algo de él y de su antigua función sobre el Río San Francisco. Pero creo firmemente que un recorrido original por Bogotá podría empezar por hacer conciencia de que debajo del suelo que pisamos hay más vida de la que imaginamos.

El Puente de Las Aguas es apenas la punta del iceberg acerca de una historia subterránea de la capital. Lástima que cualquier «parroquiano» deba hacer un esfuerzo tan evidente para dar con la ubicación de un sitio que antes fue tan visible. Creo que su grandeza aún se puede rescatar para seguirnos sorprendiendo . Si eso fuera así, tal vez los bebedores de cerveza tendrían un nuevo motivo para celebrar.

Instituciones de Cooperación Internacional y Personas

Por estos días he realizado varias entrevistas para mi tesis doctoral. He tenido la oportunidad de hablar con personajes colombianos y extranjeros que jugaron algún papel en la evolución de la política científica nacional, más específicamente en la creación del Sistema Nacional de Ciencia y Tecnología en Colombia. Mi interés: saber cómo las instituciones internacionales influenciaron la creación de política científica en nuestro país.

Revisando trabajos de teóricos que explican el cambio en las instituciones internacionales (Finnemore, Checkel, Keohane) encuentro que nuestra historia de las ideas de política científica se nos escapa entre los dedos. Muchas interpretaciones han pasado. Muchas personas opinaron. Y solo fue el discurso de unos pocos el que terminó dando forma a lo que conocemos hoy en día.

Me gusta el trabajo de Finnemore sobre el rol de socialización que jugó la UNESCO en los países de desarrollo. Es una historia de ideas y de personas que cuenta cómo estas instituciones internacionales han servido de plataforma para la expansión de discursos claramente pre-discutidos. Algunas veces con éxito, otras con rotundos fracasos. El enfoque constructivista en relaciones internacionales facilita percibir este tipo de sensaciones.

Las personas que he entrevistado en estos dias son de carne y hueso. Actores de la política científica colombiana, con historias diferentes que desencadenaron procesos a partir de creencias fuertes y propias o de la absorción de ideas que rondaban en el mundo. Hay en ellas un halo de intelectualidad mezclado con el más mundano espíritu de temor ante la incertidumbre.

Cuando estaba más activo en este mundo de la gestión internacional me preguntaba para qué servían las instituciones de cooperación internacional si habían caído en una crisis financiera y de legitimidad. Ahora por lo menos entiendo dos cosas: que dichas instituciones nunca quisieron dar solo recursos económicos sino transmitir ideas de desarrollo, y que estaban conformadas por personas que tal vez interpretaron las ideas a su manera, desencadenando procesos que ni se imaginaron.

¿Cuál es entonces el rol de estas instituciones en la cooperación del mundo ya adentrado en el siglo XXI?. Si no es entendiendo la evolución de sus ideas y de las personas que las «patinaron», no veo cómo se puede hacer una seria estrategia internacional para su aprovechamiento o rechazo.

Un Beso en Eberswalderstraße

Eran las 11:19 de la noche y el «tram» llegó al paradero donde esperábamos mi amiga Carolina y yo. Veníamos de cenar en un restaurante indio que a ella le encanta, cerca a una custodiada sinagoga, en Berlin-Mitte. Nos subimos y seguimos en la típica garlería de dos colombianos que no se ven hace rato.

Dos estaciones más adelante un joven alemán, de chaqueta de cuero roja, entró con su bicicleta delante y su novia detrás. Cuando se cerraron las puertas el «tram» no quiso andar más. De una cabina salió el conductor con el típico chaleco azul de la BVG. Se quedó parado observando al joven de la chaqueta roja y le recriminó algo sobre su Fahrrad (bicicleta). Fue lo único que entendí. Al parecer, al menos en ese «tram», estaba prohibido subir con bicicleta.

La situación se puso un poco tensa porque ni el «tram» arrancaba ni el chico se bajaba. ¿Hasta dónde llegaría la aplicación de la norma? ¿Nos tendrían más tiempo ahí esperando, a sabiendas de que se estaba retrasando la operación de transporte, pero con la seguridad de que se estaba defendiendo una norma de la sagrada disciplina alemana? ¿Se justificaba devolver al muchacho con su novia a la helada acera de principios de Noviembre? ¿Por cuántas estaciones más se violaría la norma con la bicicleta?… ¿Por menos de cuatro, lo que equivaldría a un Kurzstrecke (trayecto corto)?

Después de intercambiar algunos comentarios en el supuestamente áspero tono alemán, el conductor regresó a su cabina y el joven se acomodó con novia y bicicleta en un área donde casi no incomodaba a los pocos pasajeros. Dos estaciones más adelante, en Eberswalder Straße, yo me bajé y delante iban ellos: el joven, la bicicleta y la novia. El joven le entregó la bicicleta a la novia y se dirigió a la ventanilla de la cabina del conductor. Le golpeó el vidrio con los nudillos y luego le envió un enorme, generoso y provocador beso que hubiera desatado la furia más tirana de cualquier conductor de transporte público.

El conductor lo miró y con un gesto entre despectivo y asombrado meneó la cabeza de lado a lado, como lamentándose o como mentándosela. El joven rió satisfecho, dio media vuelta, agarró novia y bicicleta y se fue calle abajo. Afortunadamente no hubo «cruceta» que hubiera borrado la sonrisa sarcástica, y de paso, el audaz beso del joven.